El pasado
sábado dispute mi segunda Transvulcania, ha sido una edición dura y diferente,
con muchas críticas de los corredores populares a la organización que luego ha
degenerado en una "guerra" entre ultreros de toda la vida y novatos aventureros.
Yo, que no soy ni una cosa ni otra, no termino de definirme entre las dos
posturas, aunque entiendo tanto a unos como a otros. Posiblemente, dando rienda
suelta a mis pensamientos en este lienzo en blanco tal vez mis ideales terminen
de ordenarse espontáneamente, veremos si es así.

El sábado
a las 6:00, un año después de mi primera participación, estaba nuevamente bajo
el arco de salida del Faro de Fuencaliente. Y lo hacía no con indiferencia,
pero si con el anhelo del que sabe que no podrá competir de la forma en que es
capaz. Las lesiones lastraban mi preparación y confianza y ello hacía que
afrontara la prueba sabiendo que en cualquier momento la rodilla -cualquiera de
las dos, a saber- diría "Basta" y ahí acabara todo. Era lo más
probable, y con esa incógnita salí sin más, llegaría hasta donde tuviera que
llegar y punto, total, bajar el tiempo del año pasado era una causa perdida.
Antes de
eso, tocó el tradicional crucero por las 4 islas que me llevaría a La Palma,
una divertida convivencia con los compañeros, el también tradicional almuerzo
en el Chipi-Chipi y un viernes más movido de lo que me gustaría.
Se da la
salida -es imposible que no se te pongan los pelos de punta con ella- y a correr caminar,
parar, caminar, parar...hasta que el tapón inicial fuera diluyéndose. El año
pasado tomé una postura más agresiva que me dejó en Los Canarios en apenas 45
minutos, este año calma absoluta, ya habrá tiempo de correr. Llego al volcán de
San Antonio y pongo velocidad de crucero, sin prisa pero sin pausa. El
ritmo empleado y el plan ultraconservador me permiten fijarme en detalles que
se me habían pasado por alto en la anterior edición. Que bonita es esta carrera. De esa forma vamos
llegando a Los Canarios, como siempre, espectacular, dan ganas de volver a
bajar y subir varias veces para revivir ese ambiente único.

Conseguida
la primera meta enfilamos la ascensión a Las Deseadas. "Por aquí han
venido con bolsas de arena, el año pasado esto no estaba así". Es la
sensación que me daba, demasiado picón y tierra suelta. Aparte de eso, todo
marcha sin problemas y me voy divirtiendo y disfrutando. Tras alcanzar esa
nueva cima toca el primer descenso hasta el Refugio del Pilar y con él la
primera prueba de fuego. "Que aguante la rodilla, que aguante la rodilla
por dios..." y aguantó. Eso si, la bajada la hice pisando huevos. Sigo
disfrutando y así llego al refugio. Primer avituallamiento sólido, desayuno, hablo con los compañeros, tomo algo...total, que paro más de la cuenta y
cuando arranco noto el tradicional dolor en la rótula. Normalmente cuando da, ya
no para, así que parece que aquí acaba todo, pero a los 5 minutos...desaparece. Como mismo vino se fue, genial. Este es el tramo de la carrera donde más y mejor
se puede correr, y así lo hago aunque con mucha prudencia.

Llego al
Reventón. Punto clave de la carrera para muchos. Aquí hay que reponer fuerzas
bien porque este año se suprime el avituallamiento del Pico de la Nieve y se
alcanzan alturas y temperaturas muy altas. No quiero parar excesivamente vista
mi anterior experiencia con la rótula tras descansar en El Pilar, pero es lo
que toca. Recargo bien y seguimos subiendo cimas, coronando picos y
peleando con el sol. En una de esas tropiezo con una rama...y me rasga
totalmente el upper de la playera dejándola casi como una zapatilla de playa.
El resto de carrera me tocará hacerlo más fresquito, pero sin apoyo delantero y
encajando las piedras que se cuelan por ese agujero. Mi motor diesel aquí ya
está en su puntito. Voy avanzando y disfrutando sin ningún problema mientras ojeo el cuentakilómetros regresivo. 6 al Pico de la Cruz, 5,4,2,1...me
queda agua, está algo caliente, así que me la tiro por encima, ya el
avituallamiento está aquí, cuando suba esta cima. La alcanzo...y no lo veo,
seguro que está detrás de esa curva, tampoco. Bueno, pues de la otra...¡Chacho!
¿Dónde está el avituallamiento? Pues casi 5 kilómetros más adelante. En El Pico
de la Cruz, donde bien decía la organización, solo que 5 kilómetros más tarde
de los 12 anunciados. Por el camino voy viendo compañeros que parecen zombis,
aficionados con decenas de botellas vacías, algunos tienen garrafas, no les
pido porque aunque no voy bien, se que detrás de mi vienen casi mil personas
que llegarán peor. Recuerdo que el año pasado el tramo entre el Pico de la
Nieve y el de la Cruz se me hizo eterno al estar mal medido, este año se repite
el error de medición solo que sin avituallamiento en medio. Fallo de la
organización, cierto, y grave además. Pero... ¿Qué un avituallamiento esté unos
kilómetros más lejos o directamente no esté es motivo suficiente para que tu
carrera se venga abajo? Por 3 kilómetros sin "buffet" ya te eximes de
toda culpa y le das a ese margen responsabilidad absoluta sobre tu éxito o
fracaso? ¿No es eso ir demasiado al límite? ¿Cuántas carreras has hecho donde
un avituallamiento estaba mal medido, no había agua...o directamente ni estaba?
Seguro que más de una. Un corredor debe estar mínimamente preparado para eso.
¿Y si te pierdes y tienes que hacer 3 kilómetros de más? Toca reflexionar,
todos. Además, recuerdo como en 2014 el Roque de los Muchachos y, sobre todo,
El Time, eran auténticos refugios de guerra, con decenas de corredores
recibiendo asistencia médica. Este año en esos puntos había mucha más
tranquilidad, señal de que la criba volvió a ocurrir...pero unos kilómetros antes. ¿Te imaginas jugar un partido de futbol con Messi, Ronaldo o Valeron? ¿Y uno de basket con Gasol? ¿Una partidita de tenis con Nadal? Es inviable porque llegar a ese nivel de profesionalidad está sólo al alcance de prodigios. En nuestro deporte afortunadamente si podemos hacer eso, pero debemos ser consecuentes.
Lo dicho,
toca reflexionar.
Tras el
Pico de la Cruz emprendo el camino al Roque. Voy contento, se que allí me
espera un buen plato de macarrones con una Coca Cola fresquita. Soy así, voy de
avituallamiento en avituallamiento pensando únicamente en comer. Antes de lo que pensaba estoy en
la cumbre de La Palma, noto como mis piernas vuelan y corro por donde el pasado
año casi no podía ni caminar, y además voy fresco como una rosa. Me propongo
disfrutar e incluso aminoro voluntariamente la marcha, y así llego al Roque de
Los Muchachos, donde toca almorzar y reponer fuerzas.

Dejo
atrás la cima de la isla y es en ese momento donde empieza mi carrera, pues es
en bajadas técnicas y con desnivel pronunciado donde mi rótula y fascia lata se
bloquean, me dan la ídem y no me dejan ni caminar. Voy bajando con
prudencia pero con ganas y fuerza. Me noto más cómodo que el pasado año..y
llego a El Time. Otra meta conquistada, la rodilla no se queja y seguimos
bajando, ahora en terreno más técnico...y todo OK, aunque no me confío, esto no
avisa y lo que es euforia en solo 100 metros se puede convertir en llanto.
Afortunadamente todo marcha y de esa manera llego a Tazacorte. Luego compararía
mi tiempo de bajada del 2014 y del 2015 y este año fui mucho más rápido,
situación que se repetiría en el tramo que separa la costa de Los LLanos de
Aridane. Subo las últimas rampas sin problemas y a correr en la larga recta
hasta meta. Ya lo tengo, I did it again. Depa, speaker y compañero de Solorunners,
me recibe con una calurosa bienvenida. Lo que se vive aquí es inenarrable. La
calle es un hervidero de gente que va aumentando los decibelios de forma
progresiva del primer al último corredor, todos sin excepción reciben la
felicitación de una isla entera volcada con su prueba. Y ahí se quedan desde la
1 de la tarde hasta entrada la madrugada, con la misma ilusión y aliento.
Sencillamente mágico.

Y así
transcurrió mi segunda Transvulcania. Volví para mejorar mi tiempo del año
anterior, luego descarté participar y finalmente, con solo 5 semanas de entreno
me puse en la salida sabiendo que las posibilidades de acabar eran escasas.
Pues crucé la meta. Y lo hice de menos a más, adelantando a cientos de
corredores en cada tramo. Salí sobre el 1000, llegué a los Canarios sobre el
900 y progresivamente entré en el grupo de los 300. Tardé casi una hora más que
en 2014, pero hice una carrera mucho más inteligente, efectiva, y llegué fresco
y libre de cualquier problema, nada que ver con las dos horas de hospitalito
que me esperaban en esa misma meta 360 días antes. Pero sobre todo feliz por una
cosa: ¡Igual ya estoy curado! Aunque si algo me ha enseñado esta lesión es que
todavía no se puede cantar victoria.
Salvo el
ya mencionado caso del famoso avituallamiento, ni una queja organizativa.
Avituallamientos perfectos -eché en falta los productos de bollería del año
pasado pues este año cambiaron de marca, pero porque soy un goloso- y atención
exquisita. Recogida de dorsal rápida, cronometraje experimentado en manos de
Toptime, servicio de guaguas genial...ni un pero.
Y lo
mejor de la carrera, como siempre, la compañía. Vivirla es bonita, pero si lo
haces rodeado de tus amigos es el no va más. Agradecer a mis compañeros de
Carphial los días previos y posteriores, lo pasamos como enanos. Además tienen
parte importante de la culpa de que llegara a meta, pues sin tantos kilómetros
juntos, no ya en carrera, sino en esas semanas previas entrenando y dándonos
fuerzas unos a otros, hubiera sido más difícil y sobre todo tedioso. Y también
al resto de amigos con los que coincidí en carrera, no los menciono a todos
para no dejarme a nadie atrás. Me queda una enorme sensación de tristeza por no
compartir meta con muchos de ellos, lo merecían como nadie, pero se que
cruzarán esa línea porque lo tienen en su ADN. En lo que pueda, pienso ayudarlos a ello. También gracias a los amigos que alentaban en la distancia vía whatsapp y redes sociales. Pero si a alguien hay que agradecerle su presencia allí es a
nuestras chicas: Aitana, Cristina, Elisa, Esther, Geno, Omayra, Rita, Yurena y
Sara. Sufren más ellas haciendo kilómetros y apoyándonos que nosotros. Aguantan
nuestras ausencias...y nuestras lastimosas presencias pre y post carrera. Sin
ellas esto si que no sería posible. Gracias, chicas, especialmente a mi mujer,
me asombra ver su arrope incondicional y me planteo si yo sería capaz de dar el
mismo empuje si la situación fuera al revés. Saber que estás en el siguiente
avituallamiento y en la meta es una dosis extra de empuje para llegar a ella. No quiero acabar la crónica sin agradecer a Runhabitat su apoyo para completar la misma. Mi entrenador Samuel que en sólo un mes consiguió que me pusiera en un tono óptimo y sobre todo mi fisio, Oscar, que obró el milagro de mi curación en un plazo increíble, hasta el mismo jueves antes estuvimos trabajando en la dichosa rodilla. Gracias.
Acabo el párrafo y siento que no he sido suficientemente agradecido con todos los anteriores, reitero mi agradecimiento infinito. Son grandes.
Y eso es
todo. Toca cerrar de momento el capítulo Transvulcania. No creo que vuelva el
próximo año, aunque el reto de bajar de las 11 horas sigue en pie. Ahora a
afrontar nuevos retos, tengo muchas ganas de atreverme con mi primera ultra de
más de 100 kilómetros, tantas que estoy apuntado en lista de espera de
UltraPirineu. Ojalá me llamen.
Transvulcania...volveré.
#KeepPushing